lunes, 16 de marzo de 2009

Lo único que queda es el desierto


Lo único que queda es el desierto inabarcable y mudo.
Exhausto de tanto caminar encuentra sin saber lo que está buscando.
Se ha quedado monocromamente filamentoso e inexpresivo y desgastado como esos zapatos que han visto su deambular distraído hacia parajes desconocidos con seres que ahora parecen imaginarios, guiados por impulsos extraños, secreciones cargadas de mercurio y voces susurrantes que proyectan hologramas palpables como un globo en una jaula transparente.
Todos responden menos tú, que asomándote al abismo quieres comprender pero
lo bidimensionalmente inexpugnable y enredado y trastocado te atrae demasiado.
Perturbadoramente.
Con los pies ya en los umbrales y la mano alzada y suspendida en el aire, se observó más lejos que nunca de su meta y más próximo de su partida.
Y no llamó ni preguntó.
Sólo posó los ojos en el minúsculo casi imperceptible receptáculo ojival.
Sin hacerse ver.
Y sin mirar.
Caídos los párpados observó su irrealidad de corrientes ingentes que le llevan impulsivamente y le devuelven luego a su punto originario cada vez diferente, nunca igual a la vez anterior porque saben a algo nuevo y desasosegante o no.
Circunesférica llegó la masividad
y se retiró cuando sonaron las últimas notas.
Texto: Tjörnina
Ilustración: Guillermo

viernes, 13 de marzo de 2009



INTERROGANTE el boticario


Aquí no hay medicinas y el boticario no es viejo ni canoso ni lleva bata blanca.
Interrogante ha aprendido otra forma de moverse e indumentarse.
Lleva una minifalda de lana con pompones y un capacho para Ubu, su mascota.
Ubu es también juglar burgués, que interpreta cada mañana la música a cuyo son baila Interrogante repetidamente su propia coreografía.
No le tiemblan las manos porque es más niño que el niño
que yo, que busco los colores incansablemente para llegar al 111 y abrir la puerta que no se abre,
que da al escalón mordido en progresión ascendente con punta aguda o redondeada.
No fuerza la vista para leer los prospectos porque los prospectos le leen a él y le revelan cada día un número impar de tareas diferentes.
Aguardo expectante a las postrimerías de la jornada.
Llego a la rebotica donde me escondo de mí mismo para buscarme luego
Espío a Interrogante que en su nocturnidad es un verdugo rescatado de la Edad Media
entusiasta y efímero y superficial que pinta flores dentro de las calaveras de sus víctimas para adentrarse sigilosamente en el paraíso salvaje de la indigencia plástica.

No piensas buscar ni un minuto más la luz parpadeante incolora.
Engulles al señor Segismundo mientras contemplas entusiasmada la obra de tu amigo que espiralmente pretendes analizar con ojos a-chocolatados.
Perseguir asusta e in-difiere, huir crea expectación.
Lo demás es una gran duda que flota en el ambiente verde de la alfombra persa roja que serpentea
y los ojos sin afeitar que no ven porque están escuchando
la tecla demo y la bengala que suelta chispas como la mirada ardiente y melancólica del intérprete a-sombrado y observado infinitas veces.
Y mientras tanto nada, el vacío de las no presencias y de los seres anulados y de los silencios inexplicados y del interior de paredes tambaleantes que está fuera como tú que ya no te perteneces.
El deseo es la flecha indicadora que ha desactivado al ser arriñonado, diciendo:
"VÍA LIBRE"
Texto: Tjörnina
Ilustración: Guillermo

viernes, 19 de diciembre de 2008

Divánpersona





EL DIVÁNPERSONA


El diván persona es un diván ambulante

Tiene barba, tiene gafas y un largo inventario material a la espera de recepción

Un concierto de un instrumento ruso que hace sonidos de olas y los libros en un sótano

A veces es diván y a veces es persona

Ambulante es siempre

Tiene patas dieciochescas y es antropomórficamente terapéutico

El diván persona no tiene artífice, se ha hecho a sí mismo

Privadoprivadoprivadoprivado

A todas horas

El diván persona necesita que le escuchen

Se recuesta sobre usted Palpitante la cabeza apoyada

Lo que convierte a la estampa en una personadivánpersona

El diván persona es amnésico e insomne como usted

Ambos peguen la estampa en una carta con dirección a su no conciencia
Texto: Tjörnina / Ilustración: Guillermo